ARTÍCULOS DE OPINIÓN

 

 

 

 

 

El alzamiento

Mario Alberto Perdomo

La Voz de Lanzarote, 9 de mayo de 2003

 

Enero de 2003, ve la luz la edición número 11 de Cuadernos del Sureste. Contiene un artículo rubricado por Carlota Gutiérrez titulado El secretario: el quinto poder, en el que, tras repasar las hemerotecas, construye arte de la trayectoria profesional del secretario del Ayuntamiento de Arrecife, deteniéndose en las supuestas incompatibilidades en las que ha podido incurrir. Finales de enero, el secretario pide al juez el secuestro de la revista al considerar el artículo atentatorio contra su honor como medida cautelar previa a una demanda que anunciaba interponer. 5 de febrero, un auto por el anterior juez titular del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción Número 2 de Arrecife ordena el secuestro de la edición; lo hace sin dar audiencia previa al consejo de redacción de la revista. 28 de enero, Cuadernos se opone al auto de secuestro mediante un potente escrito en el que argumenta que la cosa no es para tanto, que el secuestro es una pasada, que no se fundamenta jurídicamente ni la urgencia ni la excepcionalidad de la medida y que el derecho al honor es subsidiario cuando colisiona con los derechos a la libertad de expresión y a la información, máxime cuando lo que recoge Carlota es público, ha sido publicado con anterioridad y es verdad. 28 de enero, o por ahí, el secretario interpone la demanda y tasa en cuatro millones de pesetas su honor supuestamente mancillado. 5 de mayo, tres meses después del auto de secuestro, la nueva titular del Juzgado dicta un nuevo auto alzando la medida tras una vista pública a la que no compareció el secretario, en la que el consejo de redacción aportó pruebas de que todo lo que escribió Carlota era cierto y en la que el Ministerio Fiscal se pronunció por el alzamiento del secuestro. La revista puede volver a ser difundida, aunque el demandante tiene derecho a apelar. El auto de alzamiento. Dice el auto que "de la prueba aportada en el acto de la vista (...) se aprecia indiciariamente una presunción de veracidad de los contenidos informativos vertidos..." Dice que "el interés y la relevancia de la información divulgada está estrechamente unida con el carácter o cualidad del demandante (...) ya que al ostentar la condición pública de Secretario del Ayuntamiento de Arrecife se considera persona pública..." Dice que "se hace una exposición informativa razonada (...) en cuanto fundamentada (...) con la prueba documental aportada...". Dice que "en horas laborales del repetido secretario defiende junto a los intereses generales (...) intereses sectoriales (igualmente acreditada por la prueba aportadora) que a primera vista y de forma indiciaria es contraria a los propios postulados y principios que deben regir toda Administración, es decir, la satisfacción del interés público general". Dice que "la información difundida (...) tiene por ende trascendencia general". Habla del rigor de la información "sin que exista indicio (...) para poner en tela de juicio que los hechos informativos sean infundados". Dice que las cosas que se apuntan en el artículo no parece que supongan "un quebranto en la dignidad profesional del demandante...". Y dice que "no existe una imputación clara, directa y tendencial de afirmaciones vejatorias para el honor de la parte actora". Esto es lo que hay. De momento.


 

 

La camarilla del diletante ingenioso: ¡Fuego a discreción!

Javier Díaz-Reixa

La Voz de Lanzarote, 3 de mayo de 2003

 

El pasado veintidós de abril se debatió en el Juzgado nº 2 de Arrecife la solicitud del Consejo de Redacción de Cuadernos del Sureste de alzamiento de la orden de secuestro del número once de esa revista. Y, sorprendentemente, faltó a tan señalado acto el solicitante de la medida, don Felipe Fernández Camero, Secretario General del Ayuntamiento de Arrecife, quien solicitó y obtuvo del juez la orden de secuestro. Todo a cuento de la publicación del artículo “El secretario: el quinto poder”, suscrito por la entrañable Carlota Gutiérrez, en el que su autorizado criterio identificaba a nuestro protagonista como un personaje clave en las tramas corruptas de la Isla.

 

En fin, un acontecimiento más para que el Puerto del Arrecife continúe haciendo honor a su vieja tradición progresista, y pueda presumir, como Lanzarote en su conjunto, de ser el más bullicioso laboratorio político de las Islas, una tierra en todo desmesurada, allá donde el viento da la vuelta y nada resulta inverosímil. Así que, después de mi reciente y obligada visita al Puerto, y superada la vertiginosa resaca –en un sentido ciertamente amplio–, salgo a la palestra para aceptar el envite, que tan poco caballerosamente se me propone, y responder cumplidamente al desafío que lanza un nota con el que brego desde hace tiempo.

 

Y es que ya años atras –con ocasión de un debate en TeleVolcán– un compadre de quien hoy vaga a la busca del honor perdido, el diletante de los biohoteles, me amenazó con la habitual querella, por identificarle como la punta de lanza de los caníbales del sur. Digamos, entonces, que la amenaza de la camarilla toma cuerpo. Y pretende coger vuelo mediante toda clase de trapacerías, incluyendo las tácticas intimidatorias que tan gratas les resultan. Obligados somos; levantemos, pues, el velo que oculta las muy reales intenciones y descendamos a la arena.

 

Se han formulado diversas hipótesis en el intento de explicar el desmesurado cúmulo de torpezas encadenadas que muestran los recientes acontecimientos. Algunos sugieren la presencia del fervor filial; otros prefieren hablar del síndrome de la fiera acosada; por aquella esquina apuntan a la maniobra de distracción... ¡Yo que sé! Cierto que en una sociedad madura y hacendosa como la conejera bullen las ideas como las papas crías en invierno.

 

No obstante, observamos algunos comportamientos que no parecen corresponderse con explicaciones tan poco consistentes: la chulería procesal, las insinuaciones malévolas, los recados envenenados y otras tácticas intimidatorias utilizadas recientemente. Por lo tanto, parece obligado pensar en una estrategia de calado más profundo, a la que no puede resultar ajena el influjo de la cuadrilla.

 

Veamos: si Laura tiene que aprender a medir las fuerzas y las distancias dándose de morros contra el suelo, es para que de grande sepa dónde o con quién se mete. Y que quieres que te diga, gallo, a mí –asumiendo la disciplina colectiva, como sabe el Coronel Marsá– me apetece hurgar un poco más en los motivos y el alcance de la estrategia y la táctica que han puesto en marcha. Porque la intuición de viejito me dice que el nota está siendo jaleado por la banda. ¿Razones? Cada uno puede imaginarse la que prefiera; pero lo que sí sabemos es que o las ratas abandonan el barco o hay que echarlas a palos; como también que la adicción al hormigón les obliga a levantar diques para contener la marea que provoca la ciudadanía y mantener a salvo los espacios de oscura sombra.

 

En estas prácticas de la intimidación se conjugan la amenaza y el intento de amordazamiento personal con la tentativa de acallar voces colectivas. Pero conviene recordar que, en no pocas ocasiones, tratar de violentar conciencias puede provocar un efecto contrario al pretendido. Y no sólo porque a nadie le gusta que le amordacen, que le pretendan amedrentar con excesos de chulería, que se escondan detrás del biombo mientras dirigen la función para que una colegiala entusiasta aspire a zarandearle en un estrado, sino sobre todo porque, tratándose de asuntos de interés público, suele revelarse imposible cerrar el ropero para esconder el cadáver. Siempre aparece algún sabueso avispado que sale tras la pieza, y no ceja hasta que consigue la inspección más adecuada y el saneamiento idóneo.

 

Por consiguiente, no hay que temer el cuerpo a cuerpo. Protejamos, pues, los flancos, que salimos a campo abierto... y vienen de todos lados. Conviene serenarse, afinar la puntería y mirar dónde pones el ojo... porque cuando el baile comienza la música suena para todos. Claro que, a veces, quien está muy obcecado en la búsqueda de aceitunas no percibe la inminencia de la sacudida que otros están a punto de atizarle al nogal.

 

Quedará claro, por supuesto, que aquí nadie pretende atribuirse el papel de verdugo en el ancho campo de la corrupción ni el de ángel exterminador en el terreno de las incompatibilidades. Entre otras cosas, porque la corrupción se extiende inevitablemente ante la ausencia de una conciencia ciudadana crítica, la única herramienta verdaderamente eficaz para la extracción de ciertas especies de malas hierbas. Sin olvidar, además, que buena parte de los efectos adversos que provoca esa conciencia crítica van ya incluidos en el sueldo de algunos.

 

En conclusión, que yo voy a hacer como aquel cazador palmero que, después de patearse montañas, lomas y barrancos detrás de la pieza (¡allá va!, ¡pum, pum, pum!, ¡jodío bicho!), acabó diciendo: “¡a este conejo, matarlo, no lo mato, pero lo saco de la Isla a tiros!”.

 


 

 

 

Sin noticias

Juan José Carretero

La Isla, 24 de abril de 2003

 

Era de esperar que no asistiera el secretario del ayuntamiento de Arrecife y abogado, Felipe Fernández Camero, al juicio por el levantamiento del secuestro de un medio informativo, de Cuadernos del Sureste, porque para él no debe significar nada ni creer en la transcendencia social que tiene el cierre aunque sólo fuera de tan solo una voz o una pluma, por una condición tan profundamente democrática como es opinar. Opinar es hablar, decir realmente lo que se piensa, y sobre esa comunicación real es cuando se inicia el diálogo. Pues bien, al Sr. Camero que se cuestionen principios que hacen de la libertad de un individuo, una persona humana, le da de lado. Un derecho, el del honor, que tenía que estar desterrado y que es tan rancio como la desaparición de los hidalgos, no puede ser apelado para acallar la voz discordante. Para eso está el más democrático e igualitario, derecho de rectificación. Es más respetuoso y esclarecedor. Si llamo a alguien tonto y lejos de contestar, me rompe la boca, nos hemos callado ambos, yo por obligación física, pero un tercer oyente ni sabe por qué se lo ha llamado ni sabe si es cierto porque el piropeado tampoco lo ha rebatido. De esta forma, el secuestro sería un piñazo. Y siguiendo el hilo esto es lo que hace un funcionario público al servicio de una institución de un sistema democrático: partirnos la boca.

 


 

 

 

El auto

Mario Alberto Pérdomo

La Voz de Lanzarote, 23 de abril de 2003

 

Ayer fuí Carlota Gutiérrez. Por un rato y colectivamente, pero Carlota. Una Carlota de coautoría, una invención tan antigua como la literatura y el periodismo esta del seudónimo que, me han contado, alcanzó niveles de maestría en Pessoa, el poeta que llegó a utilizar cuatro, cada uno con estilo literario propio. Cuatro personajes. Ocurrió en la vista, inicialmente pública, en la que se dirimía si se mantenía o, por el contrario, se alzaba el auto de secuestro de la edición número 11 de la revista Cuadernos del Sureste. Pensamiento crítico; asunto de minorías. Mala cosa esto de la ilustración en pleno 2003. Fue un auto dictado por el anterior titular del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción Número Dos de Arrecife, Fernando Paredes Sánchez, el que ordenó el secuestro de la edición de referencia de la revista sin audiencia previa a los demandados y sin quese documentara, siquiera de refilón, la excepcionalidad y la urgencia de la medida. Un juez que ya no está. Se fue, poniendo de manifiesto uno de los graves problemas que aquejan a la administración de justicia en la isla: los jueces son aves de paso. Sus razones tienen quienes aspiran a regresar al lugar donde nacieron, donde tienen a su familia o amigos, donde trabaja su novio/a o su señor/a esposo/a. O, simplemente, porque aquí es difícil hacer carrera. Razonable. Pero, siendo razonable, a los administrados nos corresponde reclamar que la justicia funcione. Y eso pasa por dotaciones infraestructurales, técnicas y humanas adecuadas. También por la estabilidad de los juzgadores en su destino, porque son más eficientes en la medida en que más y mejor le cogen el pulso al lugar en el que están. Sostengo de antiguo que una de las razones de tanta impunidad judicial y tanta inseguridad jurídica como se viene dando en Lanzarote obedece a la escasa permanencia temporal de los jueces. Cuando comienzan a enterarse de qué va la cosa se marchan. Malo no conocer de primera mano y comprender las circunstancias en las que se contextualiza su trabajo en un destino determinado. Y tanta historia para contar que ayer fuí Carlota Gutiérrez por un rato, colectivamente. La autora virtual de un artículo que publicado en una revista de periodicidad casi anual y de clara vocación marginal, que, sinceramente, no aporta nada nuevo al conocimiento social de las actividades públicas de Felipe Fernández Camero, secretario momentáneo del Ayuntamiento de Arrecife. Nada nuevo porque todo lo que se ha agrupado y sistematizado en el artículo titulado El secretario: el quinto poder ya ha sido publicado en los medios de comunicación de masas de la isla. Se llama derecho a la información y derecho a la libertad de expresión, por mucho que proclame Felipe Fernández Camero que su derecho al honor se siente ofendido. No. Carlota se limita, desde un exquisito respeto a la intimidad del personaje, a unir piezas dispersas ya publicadas con anterioridad. La única novedad, quizá, reside en que, unidas las piezas, te sale un cuadro espeluznante. Respetuoso, pero a mi juicio espeluznante. Hechos veraces y acreditados. Mal trago comparecer ante un juez, vale, pero lamento que el protagonista no acudiera a la vista abandonando a sus dos hijos, erigidos en su defensa, a la suerte de tan peculiar causa. Mi más sincera solidaridad con ambos.

 


 

 

 

69 días de secuestro

Josechu Pérez Niz

La Isla, 16 de abril de 2003

 

La publicación número once de Cuadernos del Sureste lleva secuestrada por orden judicial desde el pasado siete de febrero. Cumplirá mañana, Jueves Santo, 69 días de secuestro. Parece que nada vaya a modificar su destino. Todo apunta, en cambio, a que seguirá secuestrada otro buen par de semanas. Al menos hasta que transcurra un buen tiempo después de iniciado el juicio. Por cierto, la sesión condenatoria de Cuadernos tendrá lugar el próximo martes 22 de abril. Digo sesión condenatoria, porque creo que lo que se esconde tras el estúpido secuestro es intentar condenar a una de las voces de la sociedad civil a que no tengan voz (“se callen coño”), a que no miren, a que no piensen, a que no se articulen en grupo y dialoguen y discrepen, a que no elaboren ideas, acertadas o desacertadas, a que no escriban artículos y a que estos no vean la luz pública en formato “Tostonazo de Cuaderno”. Ellos prefieren llamarlo, lógico, de manera un poco más “comercial”: “Cuadernos del Sureste”. Qué habrán escrito para que los resortes del poder le salten a la yugular. Y ahí quería yo llegar. Porque sinceramente, no creo que sea tan importante lo explicitado sobre el Secretario del Ayuntamiento de Arrecife. Las líneas que esbozó Carlota Gutiérrez no resultan, a mi modo de ver, motivo suficiente para montar todo este montaje alrededor del tema. Pecata minuta. Y entonces qué. Qué fue. Qué ha sido. Qué continuará siendo. Releyendo el Cuaderno de la discordia que guardo en casa como oro en paño, ventaja de asaltar la librería antes de su secuestro, me centro en la principal sección de la revista, “Carpeta”, la llaman, dedicada en esta edición a la corrupción. Y en concreto en el artículo firmado por el Consejo de Redacción de Cuadernos “El flujo de la corrupción” (Páginas 48-69). Si eres uno de los agraciados que conserva el Cuaderno 11, te invito a que le eches un vistazo al artículo en cuestión, si no lo has hecho ya, o a hacer una relectura, porque va uno pasando las páginas y encuentra respuestas. Ni filosóficas, ni existenciales. Respuestas del morro. Del morro de muchos carotas que han protagonizado la vida social, económica y política de la isla. Vamos, que en “El flujo de la corrupción” se desmonta a Lanzarote de cabo a rabo. La descripción de buena parte de los episodios que ha conducido a esta isla a padecer la situación que sufre. Uno tras otro. En Teguise, en Yaiza y en Tías. Por el Gobierno de Canarias, el Cabildo, los Ayuntamientos… De paseo por todos estos territorios, por todas estas instituciones. En plan parque temático, donde se detectan las aventuras y andanzas que han tenido lugar en los últimos 20 años. Y a todo el festín no falta el análisis sobre la actitud del conjunto de la sociedad de Lanzarote. A verlas venir. Estoy seguro que este ha sido el artículo detonante del viejo y por desgracia actual intento de amordazar ciertas voces. Voces disconformes, voces que pretenden construir camino, voces diferentes, voces propositivas: Voces, ni más ni menos.

 

A falta de que llegue el levantamiento del secuestro de Cuadernos, sólo me queda decir que quienes originaron el secuestro se equivocaron. No han sabido medir el tiempo en que juegan actualmente. Desconocen, quizá ignorancia, quizá demasiados años de inmunidad, que esta época marca el inicio de un cambio. El que sepa anunciar la sociedad civil organizada en conjunción a las necesidades de la mayoría de la población. Sin saberlo, allanan el terreno. Sigan allanando pues.

 


 

 

 

                                                Tranqui Felipe

Irma Ferrer

Lancelot, 27 de marzo de 2003

 

Leo con asombro y complicidad el artículo que me dedica Don Felipe Fernández de las Heras en el pasado número del Lancelot, asombro porque no me considero merecedora de semejante atención, y complicidad porque debo reconocer que me tienta contestarle en el mismo terreno que él utiliza. Sin embargo, siento comunicar al lector sensacionalista que no voy a entrar al trapo, ya que considero que el ataque personal no es más que el signo de la falta de argumentos de fondo y sólo voy a utilizar mi derecho a réplica porque en el susodicho artículo se menciona a personas con las que, desde diferentes perspectivas, me siento comprometida y obligada a defender.

 

En primer lugar, debo aclarar a mi oponente que el artículo que ha incitado tantas iras (publicado en el Canarias7 días atrás y que titulé “Corrupción ciudadana”), no iba dedicado a nadie en especial, simplemente pretendía llegar a un sector de la población, en el que me atrevo a afirmar no se encuentra ni el ofendido ni su padre, y que, por tanto, entiendo no sea capaz de comprender. Sin embargo, no creo que yo deba ser la persona adecuada para explicárselo ni éste el medio idóneo, por lo que sólo me queda decirle que, si vuelve a leerlo, intente ampliar sus miras. Aprovecho la ocasión para recordar que el artículo está colgado de la página web de cuadernos, www.cuadernosdelsureste.com, por si alguien quiere leerlo y tener su propia idea al respecto.

 

Efectivamente, tal y como se afirma en el artículo que ahora contesto, una persona cercana a mí, que por respeto y agradecimiento no voy a nombrar, mantuvo una entrevista hace unos cinco años, con Don Felipe Fernández Camero, Secretario del Ayuntamiento de Arrecife, con el objeto de que yo pudiera hacer la pasantía en su despacho privado cuando terminé la carrera de Derecho. Lejos de ofenderme tal hecho, como así lo ha pretendido el autor del referido artículo, considero que buscar trabajo dignifica a la persona, aunque entiendo perfectamente que mi oponente no se haya visto ante tal necesidad y no pueda imaginar lo que supone. No voy a explicar, porque no viene al caso, mis circunstancias personales en ese momento, pero no difieren mucho de las que se encuentra cualquier licenciado en derecho que termina su carrera y busca un despacho donde ejercer. Tampoco voy a valorar si el hecho de que no me aceptara fue bueno o malo para mi formación, en cualquier caso seguro que hubiese supuesto una experiencia enriquecedora. A este respecto creo que no es necesario aclarar el hecho de que, aunque mis clientes no confraternicen con las practicas profesionales de Don Felipe Fernández, y las repudien desde el punto de vista ético, no supone en caso alguno que se considere al mismo como mal abogado, y lo que si puedo afirmar con total rotundidad es que, desde mi punto de vista, y con conocimiento de causa, Don Felipe Fernández Camero en un buen profesional. Queda dicho.    

 

También soy objeto de crítica en el referido artículo por haber sido la abogada de Dimas Martin, persona con la que me siento igualmente comprometida a, por lo menos, pedir disculpas por haberse visto nombrado en este entuerto, y con el que quiero aclarar, no sólo al oponente sino a cualquiera que pudiera tener la más mínima duda, ha sido un verdadero lujo defender, no sólo porque siempre me han tratado, él y las personas que le rodean, con el máximo respeto y profesionalidad, sino porque confió en mí cuando yo empezaba a trabajar, lo que me ha supuesto una fuente de conocimiento y experiencia jurídica difícil de obtener con cualquier otro cliente, además de, no menos valioso, permitirme trabajar cerca de compañeros que, a mi juicio, son la flor y nata de la profesión, como Cristobal Martell, Esteban Cabrera, Manuel Fajardo Palarea, Agustín Domingo Acosta, Manolo González Peeters, el propio, Felipe Fernández Camero, y como no, atiende bien, a los abogados que he tenido históricamente en el lado contrario, como Marcial Fco. Hernández Cabrera. Nuevamente, intenta Don Felipe Fernández ofenderme con semejante afirmación que, reitero, para mí supone un verdadero lujo, aunque ello me obligue a aclarar que en el ejercicio de mi profesión no he trabajado para ningún otro político, ni partido, ni percibo salario de ninguna institución pública.... no lo consideraría ético, y entiendo que contraviene mi código deontológico al que me acojo en el ejercicio de mi profesión.

 

En cuanto a mis clientes “Cuadernos del Sureste” y Jorge Jimenez Marsá, de nuevo me siento obligada a pedirles disculpas no sólo por ser nombrados en el artículo que contesto, sino porque además me identifican con Carlota Gutiérrez, lo siento chicos, no tengo ningún afán de protagonismo ni quiero quitarles mérito alguno, simplemente pretendo hacer como Fuenteovejuna, y aunque la parte contraria lo considere un acto de cobardía, mi opinión es que siempre es meritorio ser coherente con tus principios y posicionarte públicamente a ese respecto, valor que reconozco incluso en el propio Felipe Fernández que salta a la palestra para defender a su padre en lo que considera justo. En cuanto a que Carlota Gutiérrez sea un seudónimo, práctica común en la literatura y en el periodismo, me reitero en lo expuesto en el escrito de oposición, se trata de una identificación ficticia, utilizada como mero recurso para impedir que las iras de las personas físicas o jurídicas que pudieran sentirse afectadas por el contenido de la publicación pudieran recaer sobre personas individuales, cuando se trata de un texto elaborado, asumido y suscrito colectivamente por el Consejo de Redacción de la Revista Cuadernos del Sureste.  Desgraciadamente, el tiempo les ha dado la razón.

 

Finalmente, soy objeto de críticas por mi supuesta ideología, calificándome a mí y a muchas otras personas de “no distinguirnos precisamente por nuestra laboriosidad y esfuerzo” y de “disponer de todo el tiempo del mundo para dedicarlo a difamar, atacar y deshonrar”... calificaciones que me ponen especialmente “triste” al constatar que todavía hay gente joven que hereda prácticas caducas y pretende acallar a la opinión pública en cuanto les molesta o perjudica, sin entender los mecanismos de participación ciudadana y, por ende, la esencia misma de la democracia, por lo que me voy a permitir el lujo, lejos de justificar mis opciones políticas que no son más que asuntos de mi incumbencia, de contestar a dichas afirmaciones reconociendo la labor de las personas que, sacrificando su tiempo libre, y dedicando esfuerzo, trabajo y estudio pretenden participar en la vida pública y poner su granito de arena en mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, utilizando todos los medios que la democracia pone a su alcance, ya sea desde partidos políticos como desde colectivos sociales, lo que supone continuamente un ejercicio de modestia, que siempre viene bien, al entrar en el debate duro, y aprender a escuchar las opiniones divergentes desde el máximo respeto y atención, y, claro está, desde el interés general y la crítica constructiva.

 

En cuanto a la tan cacareada intromisión ilegítima en el derecho al honor de Don Felipe Fernández Camero por parte del Colectivo Cuadernos del Sureste, y que ha dado lugar al secuestro judicial del número 11 de la revista que éste colectivo publica, comparto, al igual que mi oponente que es en los Tribunales de Justicia donde debe dirimirse el asunto, pero nuevamente me veo obligada a matizar ciertas afirmaciones, jurídicamente erróneas desde mi punto de vista, que contiene el artículo que ahora contesto, no para intentar ser juez y parte, como torticeramente hace entender mi opositor, sino para aclarar las dudas que personas que lo han leído me han hecho llegar. Efectivamente, en el presente caso entran en conflicto dos derechos fundamentales, el derecho al honor que alega Don Felipe Fernández Camero y la libertad de información y expresión que asiste a mis representados, el colectivo Cuadernos del Sureste. En este sentido, numerosa jurisprudencia del Tribunal Supremo, del Tribunal Constitucional y del Tribunal Europeo de los Derechos Humanos, distingue entre la libertad de expresión, que supone la transmisión de juicios de valor y opiniones, lejos del insulto gratuito y vejación innecesaria y la libertad de información que supone la transmisión de hechos y datos veraces, y en cualquier caso, protege tanto el ámbito activo de dichos derechos, es decir, emitir y publicar dichas opiniones e informaciones, como el pasivo, el derecho de los ciudadanos a recibir dicha información y opinión relevante, ya que constituyen ambos derechos fundamentales los pilares básicos de la democracia y garantizan la formación de una opinión libre y formada en asuntos de incumbencia pública que afectan a todos y cada uno de los ciudadanos, como es el caso de la actividad profesional de Don Felipe Fernández Camero, Secretario del Ayuntamiento de Arrecife, además de abogado particular de numerosas instituciones públicas y sectores influyentes de la población. Por ello, en la ponderación de los derechos que entran en conflicto la jurisprudencia preponderante interpreta ampliamente los límites que pudieran constreñir el ejercicio de la libertad de información y expresión en perjuicio del derecho al honor, máxime cuando el que invoca dicho derecho es un personaje público frente a profesionales de la información (a los que llega a calificarse como “perro guardián” de las practicas corruptas) y grupos de opinión crítica.

 

Termino esta contestación, justificando los motivos que dieron lugar a que Don Felipe Fernández me dedicara tantos elogios aún sin conocerme, como el mismo reconoce en su artículo, puedo entender que con los nuestros es difícil ser objetivo y que no es agradable ver a tu propio padre en esta situación, en todo caso, trasmitirle mi comprensión y tranquilizarle porque como puede ver, no ofende quien quiere sino quien puede, aunque por supuesto, tomo nota y espero ansiosa nuestro encuentro en el Juzgado.

 


 

 

 

Transcribimos el único artículo de opinión publicado apoyando a Felipe Fernández Camero, instigador del secuestro de Cuadernos del Sureste, porque entendemos que la libertad de expresión no tiene excepciones y nos enternece ver cómo sale un hijo en defensa de su padre.

 

 

Triste Carlota Gutiérrez

Felipe Fernández de las Heras

Lancelot, 14 de marzo de 2003

 

Aunque tengo mucho donde elegir, por cuanto los concertados para difamar, atacar, deshonrar, desmerecer en su fama a mi padre disponen, al parecer, de todo el tiempo del mundo para dedicarlo diariamente a esas, para ellos, apasionantes actividades, seguramente porque, en más de un caso, los implicados en ese cartel no se distinguen precisamente por su laboriosidad y esfuerzo, escribo estas líneas a propósito de un artículo, lo llamaré así, publicado días pasados en el periódico Canarias 7 edición de Lanzarote por doña Irma Ferrer Peñate, en el que, si bien mi padre no es nombrado, a nadie que lo haya leído y esté en antecedentes de la feroz caza de brujas desatada por los amigos y compañeros de la articulista, se le oculta que es él, y no otra persona distinta, el que está en el origen y en el destino final del referido artículo, por otra parte insustancial y rebosante de lugares comunes.

 

Doña Irma, como yo, es joven y ejerce la abogacía, circunstancias ambas que, sin embargo, no han propiciado que hayamos tenido ocasión de conocernos, lo que sin duda habría sucedido si mi padre la hubiera admitido cuando, en su nombre, así le fue solicitado por persona, entonces, de su entorno, como pasante en su despacho de Abogado. Desgraciadamente mi padre no aceptó esa petición y todos perdimos esa magnífica oportunidad. Supongo que la improvisada articulista, como yo lo siento ahora, también lo lamentó en su momento.

 

El hecho de que no nos conozcamos, no me impide saber que, lo digo a modo de ejemplo, Doña Irma ha sido, en diversos asuntos, abogada personal de don Dimas Martín y del Partido de Independientes de Lanzarote (PIL). Me apresuro a dejar constancia de que, personalmente, nada objeto al hecho de que aquella tenga como clientes no ya a esa persona y organización, que merecen todos mis respetos y consideraciones y que también son, o pueden ser clientes de mi padre, sino a cualquier otra que le encomienden sus asuntos, pero me parece oportuno referirlo porque Carlota Gutiérrez, es decir, Doña Irma, ya que ésta ha voceado que ella también es este inexistente personaje, ha hecho ofensivas imputaciones a mi padre sobre esa clase de cuestiones, por lo que justo parece que me plantee si en el caso de  la autora del artículo que origina esta réplica, se tratará de un tema puramente profesional y ella se limitará a defender a sus clientes en el asunto encomendado o si, por el contrario, la defensa de los citados obedecerá a un alineamiento no neutral fruto de su elección personal y su posición ideológica, como Carlota Gutiérrez, o sea, doña Irma, dice de mi padre. Yo, como mínimo, le concedo el beneficio de la duda y no estoy dispuesto a hacer sangre del asunto, actitud que, desde luego, no es la suya, pero ya se sabe que la generosidad no se puede esperar de cualquiera.

 

Doña Irma tiene también como clientes a la Asociación “Colectivo Cuadernos del Sureste” y a don Jorge Jiménez Marsá, integrante de aquélla, y es su abogada en el procedimiento que mi padre, en defensa de su derecho fundamental al honor, ha entablado por causa de un libelo difamatorio publicado en la revista que edita dicha Asociación y de unas declaraciones posteriores efectuadas por el mencionado sujeto. Ante el Juzgado, doña Irma ha dicho ya, por escrito, que “Carlota Gutiérrez” es una identificación ficticia, o sea, que se trata de alguien que no existe o, lo que es lo mismo, que es un seudónimo, en el que se parapeta quien ni siquiera tiene la valentía de asumir las consecuencias de sus propios actos y se esconde bajo la protección del grupo para diluir responsabilidades (veremos si los que no tienen nada que ver, aceptan el marrón que les están endosando graciosamente). Doña Irma, superando el hecho de que “Carlota Gutiérrez “ es sólo un personaje de ficción o, con más crudeza, una pura mentira, ha dicho también ante el Juzgado, que asume su defensa y que otras personas se subrogan en sus derechos y obligaciones, como si alguien que no existe pudiera ser sujeto de derechos y obligaciones.  En fin, qué le vamos a hacer.

 

A pesar de que doña Irma estaba ya interviniendo profesionalmente en ese procedimiento judicial, eso no le ha parecido suficiente obstáculo para escribir y publicar en la prensa el artículo de referencia, tan repleto de pasión como falto de contenido. En esta cuestión no tengo dudas: Me parece completamente fuera de lugar que, por su propia iniciativa, los abogados que se ocupan de un asunto judicial, saquen fuera de su sede propia, los Tribunales, para llevar el conflicto a otros ámbitos, lo que, sin duda, es misión de profesionales diferentes.

 

Pero aún me parece que doña Irma, transformándose de abogada en jueza, tenga ya el conflicto por fallado conforme al criterio e intereses de sus clientes, y sin más espera ni cautela sostenga a los cuatro vientos que les han limitado su derecho a expresarse libremente y recibir información veraz y que les han pisoteado un derecho fundamental. Doña Irma no debería haber olvidado, por su condición de persona versada en Derecho, que tan fundamentales son los derechos que ella invoca, reconocidos y protegidos por el artículo 20 de la Constitución, como los derechos al honor y a la propia imagen que garantiza el artículo 18 de esa misma Constitución. Y no debería olvidar, asimismo, como con tanta ligereza le sucede en su artículo, que unos y otros derechos se limitan recíprocamente y, en fin, también tendría que haber tenido presente que, cuando los derechos que ella aduce y los que alega mi padre entran en conflicto, son los Tribunales los que han de decidir y no una de las partes, por más que cuente con verdaderos especialistas en organizar grande ceremonia de la confusión, como la que sus clientes están llevando a cabo con relación a lo que sucede en el procedimiento judicial instado por mi padre en el ejercicio legítimo de sus derechos.

 

Violenta y, por tanto, impropia de quien, por su profesión, está especialmente obligado a actuar con moderación y analizar los asuntos a los que debe enfrentarse con la cabeza fría, me parece la incitación de doña Irma a que los medios de comunicación se tiren al cuello del verdugo que, según dice, ha silenciado a otro medio –si se refiere al suyo, como parece lo lógico, la realidad es que nunca se le había oído tanto-, y ello independientemente de que con esa alusión se esté refiriendo a mi padre que solicitó la medida cautelar de secuestro del número injurioso de la Revista Cuadernos del Sureste, al juez que la decretó o a ambos a la vez.

 

La explicación a los numerosos olvidos y excesos que sufre doña Irma la hemos de buscar en sus propias pasiones y en las que anidan en quienes han decretado, organizado ye ejecutado el programa de linchamiento de mi padre. Pasiones tristes como nos explicaba hace pocos días un editorial del periódico “Le Monde” frente a la campaña de calumnias desatada contra el mismo, plasmada en un reciente libro dedicado a este prestigioso diario francés, campeón de las libertades y crítico temible, que hora se ve, en la otra orilla, acosado, injuriado y vilipendiado, lo que ha llevado a su director a escribir que la información del periódico deberá ser en el futuro aún más rigurosa, pero también más justa y más atenta a las personas “puesto que debemos guardarnos de inflingir a otros los métodos que hoy nos infligen”. Más de uno debería tomar nota aquí: por mi parte asisto expectante a esa polémica, francamente instructiva y que evidencia con todo realismo, aunque solo sea porque la sufre quien, habitualmente, se encuentra en la posición contraria, la injusticia de este tipo de situaciones, porque, como dice “Le Monde”, la crítica es una cosa y la pasión tiste, otra.

 

Pero, ¿a qué pasión triste se refiere el diario francés?. La respuesta la da el periódico con palabras del filósofo holandés del Siglo XVIII Benito de Espinoza, quien explicó que toda persona libre debe guardarse de las pasiones tristes, que constituyen impedimentos para el conocimiento y que el odio es la más calamitosa y la más triste de todas ellas, odio que es primo hermano de la envidia y germen de la violencia en las relaciones humanas.

 

Triste Carlota Gutiérrez, cegada hasta los ojos por el odio, la envidia, el resentimiento y la venganza.

 


 

 

 

La prensa y el secuestro de Cuadernos

Jorge Marsá

La Voz de Lanzarote, 13 de marzo de 2003

 

La semana pasada publiqué un artículo en el Canarias7 sobre el secuestro de la revista Cuadernos del Sureste en el que se vertían un par de juicios relacionados con el sector de la información que han provocado algunos comentarios. El que me mueve a tratar de aclarar la cuestión es el realizado por Agustín Acosta y Carlos de Inza en Radio Lanzarote. No pude escucharles directamente, así que hablo de oídas. Parece que tuvieron la impresión de que consideraba que no se había dedicado suficiente espacio y atención al secuestro de Cuadernos en los medios de comunicación de la Isla.

 

Pues bien, digámoslo con claridad: creo que Agustín Acosta y Carlos de Inza, y los medios en que se expresan, han tenido un comportamiento exquisito con relación al asunto que nos ocupa. Creo que el conjunto de los medios de la Isla ha dedicado a la cuestión todo el espacio necesario. Creo que la solidaridad y el apoyo que hemos recibido de los periodistas que realizan su trabajo en Lanzarote ha sido más que suficiente. Dicho queda.

 

En aquél artículo sólo había, en realidad, dos referencias críticas concretas al sector que nos ocupa. Una dirigida a Jorge Coll, que no al semanario Lancelot, donde el secuestro judicial se ha abordado con justeza y dedicándole también espacio más que suficiente. La alusión se justificaba por los comentarios de Jorge Coll en la radio, a los que me refería utilizando las siguientes palabras: “no sólo no ha cuestionado el secuestro de una revista sino que ha manifestado una sorprendente comprensión con el atropello de las libertades de expresión y de información”. Me reafirmo. Jorge Coll tiene todo su derecho a defender o comprender, como hace en los últimos tiempos, al señor Fernández Camero. De la misma forma que yo lo tengo a afirmar que sus comentarios en la radio sobre el secuestro de Cuadernos me parecieron impresentables en un periodista.

 

También tiene todo el derecho del mundo a utilizar el Trasmallo de su semanario para defenderse y contestar a las críticas recibidas. Pero, insisto, mi referencia a él era directa, personal, en absoluto vinculada al medio que dirige. En cualquier caso, convendría resaltar el principal argumento esgrimido en aquella sección: “Llama la atención ese fariseísmo de rasgarse las vestiduras por el secuestro, como si Lanzarote se hubiera quedado sin medios de expresión [...] Vamos, que la libertad de expresión, para el bien de la sociedad lanzaroteña, goza de buena salud en esta isla donde abundan los medios informativos”.

 

Y si traigo a colación la cita anterior es porque avanza punto por punto el argumento que una semana después ha utilizado la Junta directiva de la Asociación de la Prensa de Lanzarote y Fuerteventura en su comunicado sobre la cuestión. La Asociación, cuyo silencio era el otro destinatario de mis críticas, ha hecho pública su posición, sin nombrar a la publicación y sin utilizar la palabra secuestro; no fuera a ser que alguien pudiera molestarse. Cinco semanas después del secuestro, y a instancias de un asociado, la Junta directiva sale a la palestra para tranquilizarnos: “La libertad de expresión en Lanzarote está plenamente garantizada gracias a la diversidad de medios de comunicación que en este lugar coexisten”.

 

Como puede observarse, la misma tesis. Muy curiosa, por cierto; porque podría entenderse de la siguiente forma: aunque la revista Lancelot fuese secuestrada no se atentaría contra la libertad de expresión en esta isla porque continuarían abundando los medios informativos: La Voz, La Isla, La Provincia, Canarias7, las radios y las televisiones. O a nivel nacional: el secuestro de un periódico no atentaría contra la libertad de expresión si siguiéramos teniendo el ABC, El País, El Mundo, La Vanguardia... Es decir, que no pasa nada porque se secuestre algún medio de comunicación siempre que continúen publicándose los demás. Increíble.

 

Lo sorprendente es que el mismo comunicado condena después los actos vandálicos sufridos por las instalaciones de Lanzarote Televisión y Radio Lanzarote, porque “supone un atentado contra el derecho a la información en libertad”. En coherencia con lo anterior, tendrían que haber manifestado que aun deplorando este hecho, no hay problema, porque la libertad de información está plenamente garantizada en Lanzarote ya que existen otras radios y televisiones.

 

Afortunadamente, la inmensa mayoría de los periodistas de esta isla o de aquella península piensan de forma claramente diferente. Ahí está el comunicado de la Federación de Sindicatos de Periodistas de este país para dejar clara su repulsa ante el secuestro de Cuadernos del Sureste y su inequívoca defensa de la libertad de expresión... Y en ridículo a la Junta directiva de la Asociación de la Prensa de Lanzarote y Fuerteventura y a Jorge Coll.

 

Todo aclarado. Y cada uno en su sitio.

 


 

 

 

Los surferos de Arinaga y 'Cuadernos del Sureste

Óscar Bermejo García

La Provincia, 11 de Marzo de 2003
 

Corren tiempos extraños. Las palabras, antaño vehículo de comunicación, se han convertido en pantalla de las verdaderas intenciones y hay que escrutar los actos para saber a qué atenerse.

 

Todos están contra esta próxima guerra, mas unos quieren hacer de la ignominia virtud y nos llevan de cabeza a ella.

 

Todos están por el desarrollo sostenible, pero unos llevan a cabo políticas que sólo aumentan nuestras dependencias y nuestra fragilidad.

 

Todos están por la libertad de expresión y manifestación, si bien las actuaciones de los que han de velar por ellas las restringen día a día.

 

Hace diez años se propuso construir un puerto en Arinaga. Ni los entonces responsables portuarios, que son los actuales, le veían ningún sentido, no los estudios económicos le otorgaban la menor rentabilidad. La primera fase del puerto se ha hecho igual.

 

Poco importa que se haya recortado el espacio natural protegido para darle cabida al puerto, que no se haya llevado a cabo ninguna de las correcciones medioambientales en la primera fase que están obligados a ejecutar, que no exista un Plan Insular de Puertos, hoy exigible por ley, que permita evaluar si la ampliación de Arinaga es necesaria mientras Salinetas y Arguineguín languicecen.

 

Un grupo muy nutrido de surferos, ante la amenaza de perder su zona de prácticas, que pasa por ser el mejor punto de la isla y uno de los mejores del mundo, montan una protesta lúdica en el curso del campeonato del mundo haciendo uso de su libertad de expresión y poniendo su tiempo y su dinero para intentar al menos que se debata sobre el asunto. ¿Cuál es la respuesta? Esta vez no se nombra hijo predilecto de la villa a ninguno, ni se sacan una foto con ellos, por mostrar el deseo de participar en nuestra vida colectiva. Llana y sencillamente se les multa con cuantía de hasta 3.000 euros.

 

Es la forma que tiene la Delegación del Gobierno de entender la participación, no sé hasta qué punto con la aquiescencia del Consistorio de Agüimes.

 

Hace seis años nació Cuadernos del Guincho, una de las mejores voces en Canarias de las pocas que hay que reflexionan críticamente sobre nuestro acontecer. A lo largo de los años ha contribuido al debate sobre el qué, el cómo y el quién en Lanzarote y en el resto del Archipiélago de una forma razonada, sosegada y proponiendo alternativas. Hace dos años se cambiaron el nombre por Cuadernos del Sureste. En su último número, ahora bajo secuestro judicial, parece que ponían en cuestión algunas presencias y actuaciones del Secretario del Ayuntamiento de Arrecife. Cabe la posibilidad de que recogiendo unas palabras de Muguerza, habían pensado que "ya que los héroes son anónimos, que al menos los villanos sean conocidos".

 

El secretario ha conseguido la inmediata reacción del Juez y habrá que esperar al juicio para ver qué honor se ha podido mancillar. Qué extraño ritmo el de muchos juzgados. Tardan años en ejecutar lo juzgado o no permiten la paralización de unas obras consideradas en primera instancia ilegales, caso El Cotillo, pero actúan como la celeridad de Superman en otras. En sus manos está la protección de nuestros derechos.

 

Corren tiempos extraños; abundan los bomberos pirómanos.

 


 

 

 

Corrupción ciudadana

Irma Ferrer

Canarias7, 5 de Marzo de 2003
 

No entiendo en qué nos hemos equivocado, que parte de la evolución nos hemos saltado, pero es claro y evidente que algo falla. Cuando en esta isla se denuncian actuaciones, cuanto menos inmorales, de personas cuya actividad influye directamente en nuestras vidas y la respuesta es el silencio, algo falla. Cuando la respuesta de la Justicia, ante la denuncia de hechos que podrían constituir delito, es el secuestro del mensajero, algo falla. Cuando el Ministerio Fiscal conoce estos hechos y la respuesta es mirar para otro lado, algo falla. Cuando se silencia un medio de comunicación y los demás medios no se tiran al cuello del verdugo, algo falla. Cuando excusamos las vergüenzas ajenas por no sé qué tipo de principios sagrados, algo falla. Cuando nos limitan el derecho a expresarnos libremente y a recibir información veraz sobre asuntos de incumbencia pública y callamos como borregos, algo falla. Cuando nos pisotean un Derecho Fundamental en nuestras narices y nos limitamos a cotillear en las barras de los bares, algo falla. Y el problema no es el desconocimiento, en este país se denuncia, se comenta, se publica, se informa, e incluso se anuncian a bombo y platillo las actividades ilícitas, inmorales, ilegales y vergonzosas de representantes públicos, de funcionarios al servicio del ciudadano, de empresarios, de trabajadores, de tu vecino, de un compañero de profesión, de medios de comunicación.... y no pasa nada.

 

El periódico de hoy es el papel de envolver de mañana...y no pasa nada. Pues yo esta vez no callo, no me lo puedo permitir, salgo de mi reino particular porque siento vergüenza ajena de todo el que no exige que se respeten las Libertades Fundamentales, siento vergüenza ajena de todo el que mira para otro lado, del que se escuda en el corporativismo para justificar su cobardía, siento vergüenza de todo el que se limita a cotillear en la barra del bar, del que protege, con su silencio, las actitudes corruptas, siento vergüenza ajena del que pone precio a su silencio.

 

No, esta vez no me lo puedo permitir, porque si me cruzo de brazos un día vendrán a por mí, porque soy mujer, o alta, o baja, o rubia, o morena.

 

Yo también soy Carlota Gutiérrez.
 


 

 

 

Crónica de un secuestro (I)

Jorge Marsá

Canarias7, 4 de marzo de 2003

 

La revista Cuadernos del Sureste, su número 11, ha sido secuestrada por orden judicial tras haber dedicado su carpeta central a la corrupción. La libertad de expresión y la de información han sido conculcadas en Lanzarote en un intento por amordazar las voces críticas con el poder que brotan de la sociedad civil.

 

Frente a la multitud de adhesiones y muestras de solidaridad recibidas en privado, sorprende que las voces públicas que se han alzado para denunciar el atropello hayan sido menos de las que deben esperarse en una sociedad que fuera consciente de la necesidad de defender cada día las conquistas del proceso democrático en el espacio público. No hay que estar de acuerdo con la opinión formulada para defender el derecho a expresarla. Solamente el Foro Lanzarote ha expresado abiertamente su protesta. El silencio ha sido la respuesta de todos los partidos políticos de la Isla, de los sindicatos –salvo la intervención del dirigente de la Intersindical–, del Colegio de Abogados de Lanzarote y de la mayoría de los colectivos sociales. El secuestro de una de las voces de la sociedad lanzaroteña no parece haberles resultado un hecho de suficiente gravedad como para emitir una opinión en voz alta.

Párrafo aparte merece la callada de las asociaciones de periodistas de las Islas ante el secuestro de una publicación. Mutismo que no pueden contrarrestar los apoyos prestados en privado por muchos miembros de la profesión. En este campo, merece mención especial la actitud del director del primer medio escrito de la Isla, el semanario Lancelot. Jorge Coll no sólo no ha cuestionado el secuestro de una revista sino que ha manifestado una sorprendente compresión con el atropello de las libertades de expresión y de información.

 

Siempre ha resultado más difícil la expresión pública de opiniones críticas en las comunidades de tamaño reducido, y más aún en aquellas en las que la tradición caciquil ha sido una realidad no tan lejana. Por lo tanto, no puede extrañar mucho la escasa tensión democrática que muestra la sociedad lanzaroteña. Menos aún en estos tiempos en los que las libertades no gozan, desde luego, de su mejor momento, en el reino de los Bush, los Aznar y los Berlusconi.

 

Ahora bien, para tratar de acallar voces disidentes o denuncias inoportunas alguien tiene que ponerse manos a la obra. Y en este sainete tres actores han obtenido los papeles estelares. El primero, el señor Felipe Fernández Camero, secretario del Ayuntamiento de Arrecife por la mañana y abogado de los grandes especuladores inmobiliarios de la Isla y litigante contra cualquier medida que trate de detener el crecimiento turístico por la tarde. Obviamente, este personaje tiene todo el derecho a demandar en un juzgado lo que estime conveniente. Y, como siempre ocurre, a clamar su inocencia ante las denuncias publicadas en Cuadernos del Sureste. Anda el señor Fernández tratando de averiguar si le han llamado o no corrupto, y a título personal trataré de echarle una mano. En este país se ha intentado siempre identificar corrupción y delito, una estupenda manera de diluir las responsabilidades políticas por la corrupción. Sin embargo, la gran mayoría de los comportamientos y las actividades corruptas no constituyen un delito perseguido por la Ley. En conclusión, señor Fernández, yo no digo que sea usted un delincuente, quédese tranquilo; solamente opino que es usted un corrupto.

 

El ‘secretario’ parece desempeñar el papel de ariete de todos los damnificados por la carpeta de Cuadernos del Sureste sobre la corrupción, que no son pocos. Pero para que su actuación tuviera alguna resonancia resultaba imprescindible la salida a escena del segundo personaje: el juez Fernando Paredes Sánchez, quien en un sorprendente e inaudito auto, sin audiencia previa a la parte demandada, y sin el imprescindible y preceptivo razonamiento en profundidad de la excepcional medida, decide secuestrar la revista. Nuestra perplejidad se ha visto acompañada por el asombro de todos aquellos entendidos en asuntos jurídicos que tuvieron la posibilidad de leer el artículo de Carlota Gutiérrez que se discute. La sobreactuación de este segundo actor ha sido de órdago.

 

Al contrario de lo que ha sucedido con el tercer intérprete de esta tragicomedia, atrapado, quizás, entre bambalinas, pues no se le ha visto aún en escena: Don Miguel Pallarés, fiscal jefe de Arrecife. Pese a que la intervención de la fiscalía resulta preceptiva en un procedimiento judicial como el emprendido, no parece haber tenido tiempo. Pese a que la función del ministerio fiscal consiste en velar por el respeto a los derechos fundamentales y las libertades públicas, promoviendo y desarrollando al efecto cuantas actuaciones exija su adecuada defensa, no parece haber encontrado el momento. En fin, pese a que ha transcurrido ya un mes desde que se secuestró el derecho a opinar en Lanzarote, aún aguardamos a que este hombre, emparentado con el señor Fernández Camero, encuentre un huequito en su precioso tiempo para cumplir con su obligación.

 

Desconozco si la obra que se representa responde a una concepción clásica del teatro –con autor o autores, libreto y trama–, o si pertenece al género más vanguardista de las improvisaciones de los comediantes sobre el escenario, o incluso si no asistimos más que a una representación de marionetas. Pero sí sé que la actuación de tres actores de escaso talento va a resultar claramente insuficiente para alcanzar el final que persigue la función acallar las voces disidentes de la sociedad lanzaroteña.

 

(Para quien esté interesado en este asunto, es una lectura muy recomendable el escrito de oposición al auto judicial presentado ayer, que puede encontrarse en la página web www.cuadernosdelsureste.com)

 


 

 

 

Carlota y el secretario

Mario Alberto Perdomo

La Voz de Lanzarote, 4 de marzo de 2003

 

Querida Carlota: Ya sé que un artículo tuyo ha provocado una decisión judicial insólita, el secuestro de una revista, al considerar el juez titular del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número dos de Arrecife, Fernando Paredes Sánchez, que tu artículo publicado en Cuadernos del Sureste atenta, supuestamente, contra el derecho al honor que asiste a Felipe Fernández Camero, secretario del ayuntamiento de Arrecife. Pensaba escribirte una columna solidaria sobre el derecho a la libertad de expresión, pero hoy he sabido que yo también soy Carlota Gutiérrez, así que no sé cómo abordar este tema. Mira Carlota. Tienes un par de ovarios. Tenerlos bien puestos (los ovarios), tal y como anda esta isla, es meritorio y obliga al reconocimiento público. Pero resulta que hay muchos y muchas Carlotas, así que habrá que repartir los méritos. Para empezar, por el artículo en sí, que, me vas a perdonar, no aporta nada nuevo a lo que ya era de dominio público. Para seguir, por el escrito de oposición al auto de secuestro de la revista, cuya síntesis refleja una línea argumental de sobresaliente. Y para terminar, lo fundamental: el secuestro, en definitiva, de la libertad de expresión y del derecho a la información, que es lo que se dirime casi en el fondo. No acabo de entender, es decir, por qué se ha secuestrado Cuadernos y no se secuestró Isla Informativa o La Voz de Lanzarote. No acabo de entender por qué en aquellas ocasiones Felipe Fernández Camero no solicitó el secuestro de ambas publicaciones y ahora sí, como no entiendo las razones que llevaron al juez, Fernando Paredes Sánchez, a aceptar las razones del secretario del Ayuntamiento de Arrecife (la petición de secuestro) sin dar audiencia previa al consejo de redacción. No se entiende la situación. No sé, ya puestos, si Felipe Fernández Camero interpuso finalmente su demanda alegando una supuesta e ilegítima intromisión en su derecho al honor. Demasiadas interrogantes. Por no saber, no sé por qué el Fiscal de Lanzarote no ha intervenido en el caso, ni sé si lo que se rumorea es cierto, que se dice que dicen que no sé qué organismo estatal relacionado con los funcionarios públicos investiga las supuestas incompatibilidades en las que, supuestamente, haya podido incurrir el secretario en el desempeño de sus altas responsabilidades públicas. La verdad, no lo sé. Porque aquí todo es supuestamente y hasta que no se confirmen las vagas noticias. Un mar de dudas, como verás.

Sólo sé lo que sé, las certezas. Que tienes un par de ovarios y que, a partir de ahora, todos somos Carlota Gutiérrez. Pues vaya, porque no sé cuáles son mis responsabilidades a partir de ahora. Si he de llevar la camiseta, la llevaré, descuida. Por ti, por Cuadernos, por los compañeros de la prensa, por medios de comunicación insulares y por la libertad de expresión. Aunque, me vas a perdonar, no creo que sea este el fondo de la cuestión. El fondo de la cuestión es cómo se desenvuelve, supuestamente, el poder en la isla, en sentido amplio, en relación con la ordenación territorial y urbanística, a mi modo de ver. También supuestamente. Pero conmigo cuenta. Si se trata de desvelar la verdad, cuentas conmigo. Hasta el final.

 


 

 

 

La ley del silencio

 

Miguel Ángel De León

La Voz de Lanzarote, 22 de febrero de 2003

 

El secuestro judicial del último número de la revista lanzaroteña Cuadernos del Sureste no habla precisamente bien sobre la cacareada libertad de prensa o la facilidad que se supone que tiene cada hijo de vecina para expresar su opinión, siempre dentro de los cauces normales del respetido, que siempre es muy bonito.

 

Llama también la atención que, al contrario que otras pazguatas efemérides, en Lanzarote siempre logra pasar totalmente desapercibido el denominado Día Mundial de la Libertad de Prensa, que se celebra (en casi todas partes menos en nuestra isla en donde el periodismo está engañosamente en auge) cada 3 de mayo, al menos si no han cambiado la fecha ni me traiciona la memoria. Bien mirado, ese particular olvido lanzaroteño tiene su lógica: por aquí ya nadie cree en la libertad de prensa. No están los medios ni sus actores, por lo tanto, para celebrar casi nada.

 

En hablando de periodismo, comparto la opinión que avisa y advierte que la mejor Ley de Prensa es la que no existe. Y entiendo asimismo la otra definición que acuñó un destacado empresario periodístico europeo cuando le preguntaron qué es una noticia: "Algo que alguien, en algún lugar, pretende ocultar. El resto es publicidad". O puro periolorismo, como tenemos dicho y repetido en este periférico rinconcito de papel. Ya ni siquiera cabe hablar de aquel esfuerzo inútil que, como es triste fama, acaba produciendo melancolía. Tanta letra impresa para llegar a la nada más absoluta: en un trabajo de desgaste digno de elogio y a base de otorgar cargos o solicitar encargos (fijos o temporales, tanto monta, tanto da), el poder político lugareño le ha tapado definitiva y empíricamente la boca a la opinión publicada que dicen que hubo alguna vez en esta isla de conejeros o conejos. ¿Qué cosa es exactamente eso de la opinión pública? No la confundanos con la opinión impúdica y siempre interesada de los propios políticos que padecemos, más veletas que ayer e infinitamente menos que mañana. Ahí los estamos viendo a todos ahorita mismo ante el fuerte olor a urnas: con el ventilador encendido en vísperas electorales y con la cantinela del "y tú más golfo que yo". Mal de muchos, consuelo de tontos. Tal parece, en efecto, que cuantos más sean los medios de "comunicación" (la cantidad nunca tuvo nada que ver con la calidad), mayor es el silencio y menor es la opinión sincera y el juicio libre. Se impone con descaro la mediocridad. Gana por goleada el periodismo hueco que nos habla de reinas de la belleza y plebeyas de la simpleza. Y ahora el carnaval. Subvenciones murgueras, todas las que quieran. Subversión social, ninguna. Éxtasis de la nadería. Orgasmo de la frivolidad elevada al cubo (de la basura). Infraperiodismo que sólo ejerce de simple o simplona caja de resonancia de los poderes a los que aquél se somete.

 

Mientras tanto, algunos se siguen preguntando por las esquinas dónde está o qué hace la intelectualidad lanzaroteña, caso de que la hubiera o hubiese. ¿No es la misma "intelectualidad" que anda comiendo del mismo caldero de la corrupción institucional y el compadreo o pasteleo partidista: unos con el plato del psoecialismo, otros con el del necionalismo y algunos del peponismo u otros ismos igual de castradores y pesebreros? Ya les digo, como para andar encima celebrando una libertad de prensa u opinión que casi nunca existe o que, cuando a veces osa levantar la cabeza, resulta secuestrada.

 

NOTA AL MARGEN (o no tan al margen): Me avisan de que la cinta del debate que hacíamos esta misma semana en Lanzarote Televisión sobre el secuestro judicial de Cuadernos del Sureste ha sido solicitada oficialmente por un Juzgado de Arrecife. Allí aparecen las opiniones de Ginés Díaz, Ramón Hernández, Mario Alberto Perdomo y Pedro Hernández (aparte de la torpe intervención del presentador del programa televisivo El Caboso), que se manifestaban, respetuosamente, en relación a ese insólito secuestro editorial. Al final va a ser verdad que aquí no se puede hablar ya de otra cosa que no sean los concursos de belleza o el politizado y ultramanipulado carnaval. ¿Libertad, para qué?

 


 

 

 

Dios, el Secretario, y un mundo casi perfecto

Borja Bencomo

La Isla, 20 de febrero de 2003

 

El sol comienza a subir tras las ruinas de La Rocar, en Arrecife. Los pajaritos cantan mientras el sonido de las olas arrullan el comienzo de una nueva mañana autorizada por mi. Un juez que acata mis órdenes, unos políticos que obedecen mis consejos, unos empresarios que escuchan mis honorarios, y una fiscalía que no ha actuado. Hago lo que me da la gana, me río de todo el mundo y a la legalidad me la vacilo. Vivo en un mundo feliz.

 

Tengo que defender el derecho del interés general de los ciudadanos, pero los políticos son a veces cómplices, a veces iletrados. No puedo mezclar mis asuntos privados con la defensa de lo público, pero el interés individual de la industria de la construcción prevalece en mis valores éticos y morales, que son mi dinero, mi fama, mi ego y mi chulería. Nadie me hace sombra porque represento la luz. El día siempre me llama antes de amanecer, me pide permiso desde la ventana del despacho todas las jornadas mientras yo, generoso, asiento y pienso en La Rocar, en la obligación de defender el interés general, que desea suelo público disponible en esa parcela, y el interés de los promotores privados a los que represento, que quieren especular con un suelo que la ciudad y sus ciudadanos reclaman. El humo de mi puro dibuja figuras curiosas mientras la luz entra desde la ventana. Interpreto la realidad leyendo los mensajes que el cigarro me transmite, y me susurra: eres el puto amo. Soy el puto amo. Amanece, que no es poco gracias a mi magnanimidad. Hay gente concertada y algunos con fines menos confesables que otros”, pero no se dan cuenta de que también represento la oscuridad de las tinieblas y mi poder alcanza el más allá de las fronteras del mundo conocido. Soy Dios, y ellos unos pobres insectos. Humildes ignorantes que no saben que Lanzarote también es mío.

 

Sin embargo, Dios, cuando soñó la titularidad del paraíso, no calculó la longevidad de la culebra, ni la del gusano de la manzana que su hijo, Adán, ofreció en las Hespérides a su amante, Eva. Ni que los gusanos, aunque reptando, se acaban transformando en mariposas que iluminan y dan color al Edén. Gracias al aire que mueven, con el batir de sus alas, lo hacen respirable, y lo renuevan, llenándolo de oxígeno. Y como pueden volar, mientras Dios sólo corre en dirección al Charco, el conocimiento que pretende evitar ya lo conocen todos los insectos, y ahora todos nosotros sabemos el color de su bilis porque hemos visto el vómito, con tropezones de vileza y cobardía. Y las maripositas se reproducen y el mensaje se propaga. No lo entiende, porque ordenó por Decreto al sol que al día siguiente no iluminara la mañana. Así los insectos no se despertarían, ni volarían, ni batirían sus alas. Pero se equivocó. Hoy, gracias al presunto Dios, la mariposita ya es conocida en todas las islas del archipiélago. Con su atropello, cegado por el humo de su realidad, le ha construido un auditorio a un artículo que no iba a tener mucha audiencia. Gracias, Dios, porque nos has demostrado que ni eres todopoderoso ni omnipresente, sino que eres humano y, por lo tanto, te equivocas. Te confundiste en la estrategia. Me alegro. Sólo exijo que la fiscalía actúe ahora de oficio, y que la mariposita siga viajando y batiendo sus alas. Y la luz se hará de veras. Y se venderán todas las entradas. Y se harán más copias. Sin su consentimiento.

 


 


 

Todos somos Carlota

Valentín Auyanet

La Isla, 20 de febrero de 2003

 

En estos días de ambiente prebélico y de guerra psicológica es imposible abstraerse de los tristes acontecimientos que se avecinan. Pero la tristeza tiene dimensiones, formas y maneras. Y la censura informativa nos provoca desazón y nos quita el sueño. Nos entristece, pero sobre todo nos cabrea. Nos cabrea que un juez haya decidido retirar una revista del mercado porque contiene un artículo que, supuestamente, atenta contra el derecho a la intimidad y el honor de alguien. Éste es obviamente un derecho fundamental, constitucional y pieza clave del “padrenuestro periodístico” que se está utilizando en los últimos tiempos fundamentalmente para litigios de la prensa rosa. Los famosos se ven intimidados por los “paparazzi”. Las revistas del corazón son especialistas en bordear este derecho legítimo que tenemos todos con el único interés empresarial de conseguir incrementar las ventas. 

 

El secuestro de “Cuadernos del Sureste” no se mueve, ni mucho menos, en la misma órbita que la prensa rosa. Su supuesta intromisión en el honor del secretario del Ayuntamiento de Arrecife, Felipe Fernández Camero no tenía evidentemente un fin amarillista, ni era una estrategia para incrementar la difusión de la publicación. Simplemente es el análisis, equivocado o no (eso ya lo dirán los tribunales), de una realidad. Una realidad que este semanario que tienen ustedes en sus manos ya analizó también hace algunos meses. En aquel entonces titulamos el reportaje sobre el secretario municipal como “El hombre de las mil caras”. Posteriormente, nos hicimos eco de la iniciativa de una asociación de vecinos de Arrecife que pedía la intervención del Ministerio de Administraciones Públicas ante lo que consideraba también un claro caso de incompatibilidad del mencionado funcionario y abogado.

 

El escenario en el que se dirime el derecho al honor es el de los tribunales cuando existe una demanda de por medio, pero censurar una publicación secuestrando todos sus ejemplares es cuando menos una barbaridad democrática. Su objetivo es que no se difunda la supuesta ofensa contra la persona en cuestión. Pero en el caso que nos ocupa además no se ha dado la posibilidad a los demandados de intervenir antes del secuestro de la revista. Y si el secuestro es una medida preventiva previa a la celebración del juicio no se entiende que el propio afectado haya remitido el polémico artículo a través de Internet a otros medios de comunicación, incluido el nuestro.

 

Este editorial, titulado con el nombre propio de la persona que escribió el artículo de “Cuadernos del Sureste”, pretende ser una muestra de apoyo y solidaridad con los compañeros de esta estupenda publicación. Y decirles que nos parece una salida de tono el secuestro de la revista. Y que por supuesto nos entristece y nos cabrea.